lunes, 13 de marzo de 2017

AQUÍ DEBIO HABER SIDO EL INCENDIO

Congreso de la República


La mayoría de diputados de la presente legislatura ha mostrado una vez más su calidad infrahumana.  El grupo que domina bajo férula militaresca al desvanecido Congreso  ya se ocupó, durante la guerra del siglo pasado, en bajar lo que consideraron exceso de población. Y enlutaron al país por décadas mientras violaron, asesinaron, despanzurraron niños y quemaron en recintos cerrados a los pobladores de muchos pueblos indígenas en el altiplano.

Eso, por no hablar de los cientos o miles de personas que fueron secuestradas en las áreas urbanas y que son esos seres a quienes llamamos desaparecidos tratando de esconder nuestras antiguas lágrimas.

Ahora, viejos, se preocupan por seguir con toda celeridad, los pasos del Comandante Tito para enriquecerse mediante leyes que les permitirán convertirse  en trasgos del latín transgredī, que significa el que transgrede, el que rompe con la ley— ricos, riquísimos. Como el señor que desde el Palacio del Mariscal Zavala continúa gobernando ciertos ambientes mientras descansa lindamente y conspira.

¿Y a qué travesuras se dedican esos incúnfidos desde las curules que —por poner un ejemplo honorable— ocuparon en su día los Diputados a la Asamblea que decretaron y sancionaron la Constitución del 11 de marzo de 1945?

Pues a tratar de favorecerse a sí mismos —hay muchos ganaderos entre ellos— y a sus amigos del CACIF con una ley que les permita ser pequeños contribuyentes mientras no pasen de facturar dos millones de quetzales al año.

Quedando bien con el monarca del Mariscal Zavala y su corte —que algún regalito les debe haber enviado— proponiendo una ley que consienta que todos aquellos corruptos que fueron acorralados por la recta acción del Ministerio Público y la CICIG puedan salir rápidamente de los aposentos que ahora ocupan. Y vuelvan a las andadas.

(Excepto la señora Baldetti y el señor López Bonilla, a quienes el Gobierno de los Estados Unidos les ha extendido una visa especial para que pasen algunos años en el norteño territorio, usando su color favorito: el naranja.)

Golpeados como estamos por la tragedia de la cárcel de menores en San José Pinula, pretenden estos seres a quienes no podemos dar nombre siquiera, aprovechar la ocasión, soltar a los inmorales, y beneficiarse ellos mismos.


Total, al llegar a la senectud, una pensión — por discreta que sea— no le cae mal a nadie.

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