Niño sirio ahogado. Con familiares y otros compatriotas deseaban llegar a Grecia |
El niño en la foto es un pequeño
sirio de cuatro años, ahogado ayer cuando su familia y otros compatriotas trataban de llegar a
Grecia por mar y volcaron las dos embarcaciones en las que, desde Turquía,
aspiraban llegar a un terreno pacífico.
Embebidos como hemos estado en nuestras
propias miserias, hemos pasado por alto los sufrimientos de miles de seres que,
del otro lado del mundo, intentan alcanzar tierras más amables en el continente
europeo. Como sucede en América. Pero
aún las noticias en los diarios no muestran mayor compasión por los habitantes
del Sur.
Reportan, indudablemente; como lo
hace un diario español de la siguiente manera: “Cientos de
pasajeros han
estado atrapados durante horas en cinco trenes
de alta velocidad Eurostar debido a que algunos
inmigrantes estaban bloqueando las vías del túnel que cruza el Canal de la Mancha e
intentaban escalar a bordo.
“Según
ha informado Eurostar a
través de Twitter, tres de
los trenes han conseguido seguir hasta Londres a primera hora del miércoles, mientras que otros dos
se vieron obligados a volver a sus puntos de partida en Londres y París.
Cientos de pasajeros han tenido que pasar la noche en las estaciones ante, lo
que consideran, una mala gestión de la compañía.” Para el diario y sin duda para muchos de sus
lectores, son más importantes los pasajeros que los inmigrantes.
Los hay quienes huyen, como los
sirios, porque tratan de escapar de la guerra. El niño muerto que aparece en la
fotografía, es uno de los que ayer se ahogaron al tratar de llegar a la isla griega de Kos.
O se fugan de países asolados por
la sequía, donde se mueren de hambre, de sed, de enfermedades que en otras
partes serían curables. Incluso el Ébola, afirman los científicos actualmente,
se cura.
El Sur, sea en África, sea en
América, es víctima de la pasión capitalista por las riquezas. De la estulticia de los países
desarrollados. Del egoísmo de quienes tienen un hogar decoroso y comida
caliente tres veces al día.
Los muros, las mallas, los
soldados o policías probablemente no podrán contener, en un futuro no lejano, las
olas de desamparados y hambrientos del Sur, víctimas de un sistema inhumano,
frío y egoísta, instalado en el Norte.
El niño en la foto es un pequeño
sirio de cuatro años, ahogado ayer cuando su familia y otros compatriotas trataban de llegar a
Grecia por mar y volcaron las dos embarcaciones en las que, desde Turquía,
aspiraban llegar a un terreno pacífico.
Embebidos como hemos estado en nuestras
propias miserias, hemos pasado por alto los sufrimientos de miles de seres que,
del otro lado del mundo, intentan alcanzar tierras más amables en el continente
europeo. Como sucede en América. Pero
aún las noticias en los diarios no muestran mayor compasión por los habitantes
del Sur.
Reportan, indudablemente; como lo
hace un diario español de la siguiente manera: “Cientos de
pasajeros han
estado atrapados durante horas en cinco trenes
de alta velocidad Eurostar debido a que algunos
inmigrantes estaban bloqueando las vías del túnel que cruza el Canal de la Mancha e
intentaban escalar a bordo.
“Según
ha informado Eurostar a
través de Twitter, tres de
los trenes han conseguido seguir hasta Londres a primera hora del miércoles, mientras que otros dos
se vieron obligados a volver a sus puntos de partida en Londres y París.
Cientos de pasajeros han tenido que pasar la noche en las estaciones ante, lo
que consideran, una mala gestión de la compañía.” Para el diario y sin duda para muchos de sus
lectores, son más importantes los pasajeros que los inmigrantes.
Los hay quienes huyen, como los
sirios, porque tratan de escapar de la guerra. El niño muerto que aparece en la
fotografía, es uno de los que ayer se ahogaron al tratar de llegar a la isla griega de Kos.
O se fugan de países asolados por
la sequía, donde se mueren de hambre, de sed, de enfermedades que en otras
partes serían curables. Incluso el Ébola, afirman los científicos actualmente,
se cura.
El Sur, sea en África, sea en
América, es víctima de la pasión capitalista por las riquezas. De la estulticia de los países
desarrollados. Del egoísmo de quienes tienen un hogar decoroso y comida
caliente tres veces al día.
Los muros, las mallas, los
soldados o policías probablemente no podrán contener, en un futuro no lejano, las
olas de desamparados y hambrientos del Sur, víctimas de un sistema inhumano,
frío y egoísta, instalado en el Norte.
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